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Una mirada al Holocausto desde la música y el recuerdo

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a canción de los nombres olvidados (The Song of Names) de François Girard y Jeffrey Caine recibió en su momento una crítica variada. Fue tachada de “insípida,” “carente de fuerza, orden, sentido,” e “incapaz de conmover o atrapar al espectador”, al mismo tiempo recibió más de nueve nominaciones a los Premios Cinematográficos Canadienses. Si bien algunas de las críticas son ciertas: en efecto el guion carece de tensión dramática y los diálogos profundidad, la belleza de la historia que cuenta y los recursos que usa para hacerlo la convierten en una película digna de ser vista. Es en esencia una reflexión sobre el dolor, el recuerdo, nuestro lugar en el mundo como individuos, la esperanza y la fe; donde la música juega un papel central.

En 1939, Dovid Eli Rapaport es un niño prodigio de nueve años, judío, originario de Varsovia (Polonia) que toca con gran maestría el violín. Su padre lo lleva a Londrés y lo deja en la casa del señor Simmonds, para que pueda recibir educación artística. Promete volver, sin embargo, como bien vemos desde la radio, Hitler invade Polonia y los eventos de la Segunda Guerra Mundial se desenvuelven. Dovid crece como un hijo más de la familia hasta los 21 años, que huye del concierto más importante de su vida, llevando a la quiebra y causándole un tremendo dolor a su familia adoptiva.

La historia inicia con la búsqueda que Martin Simmonds emprende, quien treinta y cinco años después aún no olvida al hombre con quien creció y que consideraba su hermano. A través de flashbacks y cortes al presente vemos la historia que los dos niños, y más adelante adultos, comparten. Somos testigos del dolor tan profundo que Dovid sufre a lo largo de su vida tras perder a toda su familia: la incertidumbre al escuchar la radio, el buscarlos en distintos eventos que rodearon su infancia, el enterarse de las deportaciones, del gueto, de los asesinatos, y finalmente la falta de consuelo al no saber nada de ellos. Ese dolor es visto desde los ojos de un tercero y no sabemos de él más que por ciertas actitudes, ciertas acciones; un enojo y un cinismo muy profundos que distinguen al personaje.

En esa historia la música y la tradición se vuelven centrales. Para Dovid hay solo tres elementos que lo unen a su pasado: una foto de su familia, la tradición que le heredó su padre y un gesto de la mano que tiene antes de tocar. Las emociones que plasma al hacer sonar el violín, lo distinguen como el genio que es; pero más importante es a quién le toca y por qué toca. Es su forma de encontrar lo perdido, de darle voz a lo que se esconde; toca para su padre, para D-os y para los muertos. Es en la música que busca un lugar en ese mundo que le es tan hostil y ajeno, y es a través de la música que puede enunciar su dolor. En ella existen su padre, su madre, sus hermanas, los cantos de los rezos y la vida que tuvo antes de perderlos. La música es la memoria y el recuerdo. Como el mismo Dovid menciona, es la manifestación de una historia que lo trasciende. Le quita su individualidad para darle paz y encuentro.

En cuanto a Martin también vemos su dolor, es el dolor de quienes tratan de cuidar a alguien que está constantemente muy lejos. Para los Simmonds, Dovid es un hijo y un hermano, pero él nunca se abre a realmente serlo. Al irse sin dejar nota y al mostrar actitudes constantemente arrogantes y nocivas, termina por causar un dolor muy profundo en quienes lo rodean. Su familia adoptiva, de forma distinta y en mucho menor grado, también sufre la perdida y desaparición repentina de un ser querido.

Si bien el transcurrir de la trama fue criticado por la audiencia, los grandes aciertos de la película se encuentran precisamente en la cinematografía. Los sentimientos de Dovid hacia la música y el recuerdo, la perspectiva misma que la película construye, lo encontramos en la construcción de la imagen y las escenas, y en ciertos detalles que se incluyen más que en una narración explícita. Lo mismo ocurre con el conocimiento de la Segunda Guerra Mundial, y el retrato del Holocausto. Es un gran acierto que se haga desde la mirada de un externo, y a pedazos cortados, más que desde la narración lineal y protagónica de un solo personaje. En conclusión, es una película que vale la pena ver (disponible en Netflix).