Suscríbete Apoya a La Palabra Israelita

Ser como el Faraón

Una vez leí una petición personal que el Rabino Steinzaltz (el mayor traductor del Talmud al hebreo) hizo a sus alumnos: “No mires al Faraón como malvado, estamos más cerca de él que de Moshé Rabenu… O sea, hay mucho que aprender de él, no es un lejano”. Según el Rav Steinzaltz, el Faraón es un prototipo que corre dentro de nosotros.

Interesante pensar que la Torá dedica cuatro parashot para tratar sobre los sentimientos y lo que pasa adentro del corazón del Faraón: Éxodo, Vaera, Bo y BeShelah. El rabino escribe que Faraón es una parábola y un ejemplo de la naturaleza malvada del hombre, el hombre está esclavizado a su naturaleza, al igual que los hijos de Israel están esclavizados en Egipto, al igual que Faraón: la naturaleza malvada no libera a sus esclavos fácilmente, y hay una guerra interna que hay que conocer y sus maquinaciones y movimientos, de ahí este extenso detalle.

Por diversas veces el texto eligió traer la metáfora del endurecer del corazón del Faraón. A cada hecho de los hechiceros, de cada plaga, un magnífico zig-zag, de “tira y afloja”. 

Hasta aquí, en las siete plagas en Parashat Vaera el fenómeno de convencer y después arrepentirse pasa una y otra vez. Ahora nuestra Parashá, Parashá Bo, la preocupación por el corazón de Faraón continúa, si solo prestamos atención. Son más las veces, totalizando casi una decena de momentos, que el corazón del Faraón es protagonista y después de “ablandarse y decidir algo vuelve su endurecimiento”. 

¿Por qué la Torá entra en tantos detalles sobre lo que sucede dentro del corazón de Faraón? Aquí hay dos lecciones importantes que nuestros intérpretes aprenden con respecto a nuestros corazones:

1. El libre albedrío es un gran poder que conlleva una gran responsabilidad.

El mayor poder divino que cada uno de nosotros tiene es el poder de elegir. La posibilidad de ponderar entre infinitas posibilidades, y elegir desde un lugar emocional, racional, ideológico. Es lo que nos hace humanos y, al mismo tiempo, socios del Divino. Dicha posibilidad permite que logremos hacemos cosas increíbles, pero no es casualidad que el Tikún Olam empieza en el Tikún Atzmi (reparo personal). Hay que tomar 35 mil decisiones diarias. Nuestro desafío es tener la consciencia en cada una de ellas del para qué estamos diciendo lo que estamos decidiendo. El propósito viene a buscar un mundo más moral (como decía el Rabino Sacks) con mejores relaciones interpersonales e intrapersonales. Si lo que buscamos tiene que ver con anhelos y egoísmo personal o hay una búsqueda sincera por el bien común.  

2. El triángulo de la coherencia entre pensar, sentir y hacer para ser. 

Pensemos, cuantas veces sabemos que tenemos que hacer algo. Incluso, algunas veces, somos conscientes que es lo mejor para nuestra salud o de otros, y así mismo no logramos mantener la coherencia entre las puntas del triángulo. En Brasil está la costumbre de hacerse promesas para el año que está empezando: empezar a hacer ejercicios, trabajar menos, leer más. Y esto dura algunas semanas y pronto dejamos de cumplir lo pensado, porque el Ietzer Hará (instinto del mal) siempre está presente. 

Pensemos: ¿Cómo te sientes acerca de la personalidad de Faraón? El hombre es un gran líder en el antiguo Oriente, fue considerado un dios, pero el hombre que se supone que debe liderar un imperio, no se lidera a sí mismo, no logra liderar su corazón. La Torá básicamente nos dice: primero que nada, condúcete a ti mismo antes de guiar a los demás. El rey del mundo no se enfrenta a si por sus deseos más básicos, sin consistencia, sin estabilidad. Faraón es llamado un “esclavizador”, pero si miramos de cerca, es el más esclavizado que existe. No en el palacio del Faraón, ni en la tienda de Moisés y Aarón, sino en el corazón. Y esto es, por supuesto, una parábola para nosotros. No sobre el Faraón infantil en los dibujos de los niños, en la Hagadá de Pesaj, que se representa como un mal pequeño, bajo y divertido, pero sobre el Ietzer Hará y el mecanismo que funciona en nosotros, un mecanismo de querer una y otra vez, querer una y otra vez, malo y bueno, malo y bueno. Cada vez que hay alivio, el Faraón olvida lo que prometió. Nosotros olvidamos lo que prometimos. 

Por cuestiones como esta nuestra tradición es tan sabia. La Halajá y sus mitzvot son el verdadero antídoto para el corazón duro del Faraón. D-s y nuestros sabios sabían que todos nosotros tenemos la tendencia de caer en el egoísmo, en el conformismo o en una zona de confort. Es normal no querer donar 10% de tu sueldo, o no querer cumplir el Iom Tov cuando hay la fiesta del 18 de septiembre. En estos momentos es cuando debemos recordar Parashá Bo y el corazón de aquel que se creía D-s en Egipto. Nuestra tradición tiene el marco que “nos obliga” a ser la mejor versión de nosotros mismos, y no solo por nosotros, pero también para aportar a otros. La pregunta que nos debemos hacer este shabat es: ¿Queremos ser como Moshé o como el Faraón?